jueves, febrero 21, 2008

¿Ojos que no ven, corazón que no siente?


El bus de la cooperativa Águila Dorada va de camino al Congreso, son, aproximadamente las 15h45 y la lluvia de hace apenas unos minutos dejó a dos mujeres completamente mojadas de pies a rodillas, van sentadas en la almohadilla de adelante casi detrás del chofer del automotor, nadie baja en las paradas, lo que dificulta el cambio de puesto a un sitio menos frío. Una de ellas, la menor lleva un paraguas, de esos “tamaño familiar”, que de cierto modo dificulta el paso para la gente que sigue subiendo. Llegando a la parada del banco Pichincha, sobre la calle Amazonas, al norte de Quito, sube casi un pelotón de personas huyendo de la lluvia, entre ellos, tres adultos de contextura esbelta, de raza negra, dos de ellos van al fondo, de modo que se confunden con las demás personas, el tercero, de chompa blanca, se queda adelante junto a las dos mujeres...

-Pasajes, por favor
Ya le doy, un ratito

Se sienta en el suelo casi cerca de la entrada y el primer puesto de adelante. Mira por la ventana como quien se esconde de algo. El bus adelanta un poco y un joven sube, lleva el labio lastimado, y los ojos llenos de furia y miedo, toma aire y señalando a los dos morenos al fondo

-¡Ustedes se robaron mi celular, devuelvan mi celular!

La mujer mayor alcanza a presionar con su mano a la menor, mientras que la menor no pensaba en otra cosa que bajar del bus sin importar la lluvia, con tal de evitar algún altercado en el que ella o su acompañante pudieran terminar heridas.

El joven pide ayuda, y claro, que raro, nadie le hace caso, se dirige al chofer solicitando no abra la puerta de atrás, pero éste a su vez lo hace y los dos morenos salen huyendo. Los ocupantes del Águila Dorada se hacen los que no entienden bien lo que sucede.

Una vez que el muchacho se da cuenta de la presencia del tercer moreno justo a unos pasos suyos lo acusa de ladrón y éste se levanta con tal brusquedad que casi se va encima de una de las mujeres

- ¡Tú tienes mi celular, devuélveme el celular!
Qué pasó, pana, yo no tengo nadashhhh

Uno tras el otro salen del automotor y el joven seguía pidiendo ayuda, misma historia, nadie le paraba bola…

- ¡Algún hombre que lo ayude por Dios!

Tres adultos se bajan mientras el joven lleno de coraje se daba de puñetes con el supuesto ladrón; la angustia de la mujer menor llegó a tal punto que casi se pone a llorar queriendo bajarse y hacer algo, quizás clavarle el paraguas “tamaño familiar” al moreno en cuestión…
El chofer del bus, preocupado, pero por no poder cumplir su turno y horario de cooperativa, no hace más que cerrar las puertas y arrancar; atrás quedaron los 5 hombres y quién sabe en qué terminó todo.

Los ocupantes del bus no tienen otra cosa de qué hablar, en el trayecto de 15 cuadras más al sur, cada uno cuenta su versión de los hechos, hasta que poco a poco el bus va quedando vacío y el resto de personas que estuvieron presentes en el altercado cuentan chistes, ríen, charlan de cualquier cosa… el incidente se olvidó.

¡Ay mi País!, no, ¡Ay la gente de mi País!, el que mejor pisa al otro, el que más esquiva los problemas suyos y de los otros, el que más puede sacar provecho de una situación, es el que más feliz y cómodo se siente… ¿Será que un día esas cosas van a cambiar? o, ¿Acaso el miedo es mucho más fuerte que todo?