Ante cualquier enojo empezaba el griterío "¡puta! ¡puta! ¡puta!"
El recuerdo más claro, ya bastante crecidas, las dos hermanas paradas, una frente a la otra, en medio de las dos camas de la habitación y la madre en medio de ellas, gritando a todo pulmón la palabrita con el dedo índice como si diera una lección importante de vida.
Finalmente, cuando ella creció y se graduó de puta, no entendió por qué su madre no estaba gritándolo con el mismo entusiasmo, y ¿por qué no?, aplaudiendo.
1 comentario:
Oye, ¡has estado escribiendo!
Este lo compartiré.
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